
Camino lerdo entre matorrales, resecos y ausentes de amaneceres.
Con mi osamenta cubierta de ligas enredadas en carne.
La mente con sus sesos, pastosos corchos linchados, llena de pensamientos.
Respiro; el paso del aire cenizo por las aberturas, duele.
Los pies, sangrantes por los espinosos restos, se irán desintegrando junto a los miembros, hasta arrastrar el tronco y el sexo.
Me espero al final del camino.
Donde dos rosas se unen en un solo tallo punzante.
Llegaré, siempre llego.
Y empezaré de nuevo, siempre empiezo.
Con mi osamenta cubierta de ligas enredadas en carne.
La mente con sus sesos, pastosos corchos linchados, llena de pensamientos.
Respiro; el paso del aire cenizo por las aberturas, duele.
Los pies, sangrantes por los espinosos restos, se irán desintegrando junto a los miembros, hasta arrastrar el tronco y el sexo.
Me espero al final del camino.
Donde dos rosas se unen en un solo tallo punzante.
Llegaré, siempre llego.
Y empezaré de nuevo, siempre empiezo.
4 comentarios:
Anda, mira, ambos estamos a lios con el camino.
Muy bueno. Me gusta, transmite el dolor del caminar, y la firme convicción de levantarse una y otra vez. No importa caerse, solo importa ponerse en pie.
Un abrazo.
¡Uff!... :fuerte.
Has reflejado el dolor del que cae y cae y cae y cae; del que se miente una y otra vez; del que llega al final y se espera para unirse en esa rosa de tallo punzante... Puede que tenga esperanza, yo no la veo en el personaje. Sólo aprecio su dolor y su derrota.
Beso grande.
Se respira el dolor al final de ese camino, de esas rosas con espinas.
Y tras ese perfume, se vislumbra también el aroma de la rosa y en su tallo erguido, una esperanza.
Besos.
Publicar un comentario