lunes, 19 de diciembre de 2011

Volver... volver.



Volver, creo que es el verbo con más perseverancia en la vida, al menos en la mía.
Vuelven los recuerdos. ¿Adónde?. A un presente que no concluye y día a día, vuelve.
Vuelvo a comenzar una y otra vez, con una obsesiva reiteración, buscando o encontrando, pero volviendo siempre.
Vuelvo al Yoga que una vez empecé y dejé.
¿Vuelvo a escribir para dejarlo otra vez y volver después?.Seguramente.
Es la falta de constancia y disciplina me decían en la escuela, cuando una y otra vez volvía a prometer que corregiría mis faltas. Y lo sostenía un tiempo o tiempito mas bien, porque al final volvía a la inconstancia de la rutina, de mi rutina, que no es otra cosa que volver a lo que soy.
Volver a la infancia, dicen los sabios. ¿Cuándo la dejé?.
Volver a la inocencia, dicen los que quieren convencer que el tiempo corrompe y nos desvía de la inmaculada pureza humana. Y bueno, de alguna manera lo hago, vuelvo al origen a cada segundo, día, año, sólo para recorrer un trecho del camino que me lleva a un nuevo comienzo, a un volver permanente.
Para mí, la vida es como una espiral, donde al transitarla voy girando de forma concéntrica, pero a un plano diferente y a cada vuelta más elevado.
Lo que ya viví, comparado con el presente, aporta mucho, así que vuelvo a verlo todo nuevo.
Las experiencias de las vueltas vividas, permanecen en la conciencia, a veces me doy cuenta de ello, las atiendo y para no ser menos conmigo, vuelvo a ignorarlas. ¡Vaya! Otra vez he vuelto a lo mismo, a este atemporal instante de volver siempre.
Siempre, siempre vuelvo, ¿o no?.