jueves, 20 de mayo de 2010

Reloj de arena

No entendía cómo ni porqué.
Sólo veía los granitos de arena caer y rodar sobre la montaña que se formaba.
Con cada uno una imagen, un momento, una vida.
Si afinaba un poco el oído escucharía la música del chocar de los pequeños cantos.
Una idea, que se le cruzó por la mente, lo estremeció. ¿ Podría ser qué...?
No. No podía ser.
Concentró toda su existencia en ese desprender de piedrecillas.
Por un instante apreció la disminución del volumen superior.
Se acabará en breve.
Cuando apenas faltaban unos pocos, relajó músculos y mente.
Con los ojos entreabiertos vio el último.
La caída resonó en su interior.
Mirando como se deslizaba por la cima sintió que no podía respirar.
Aquello que creyó, estaba ocurriendo.
Cuando el recorrido acabó y sobrevino la quietud,
finalmente,
renació.

sábado, 17 de abril de 2010

Camino de rosas.



Camino lerdo entre matorrales, resecos y ausentes de amaneceres.

Con mi osamenta cubierta de ligas enredadas en carne.

La mente con sus sesos, pastosos corchos linchados, llena de pensamientos.

Respiro; el paso del aire cenizo por las aberturas, duele.

Los pies, sangrantes por los espinosos restos, se irán desintegrando junto a los miembros, hasta arrastrar el tronco y el sexo.

Me espero al final del camino.

Donde dos rosas se unen en un solo tallo punzante.

Llegaré, siempre llego.

Y empezaré de nuevo, siempre empiezo.

sábado, 3 de abril de 2010

Impasse

Salgo, entro, voy, vengo, recorro muchas veces la casa sin sentido.

Entre lucubraciones complicadas solucionando problemas míos y de otros, inmerso en el vaivén de una vida dominada por las seudo obligaciones que nos imponemos, me abandona la costumbre del movimiento continuo: se ha detenido.

Ahora vivo el impasse, un espacio atemporal donde muere todo lo que creo ser y aunque parezca un contrasentido, sin nada y en la nada, soy ese lapso, un punto muerto que de muerto no tiene nada pero que no tiene vida tampoco.

Dicen que las aguas vuelven raudas a su cauce después del temporal, pues es en esa espera, donde me encuentro. La calma no llega cuando las aguas se vuelven quietas, no, la calma es el entretiempo. Habita serena entre la cordura y la locura, entre el amor y el odio, entre el crecimiento y el hundimiento.

En algún momento la vida misma comenzará a desplegar sus tentáculos desorientados, habrá que escoger cuales aceptar; en un tiempo no lejano, tendré que volver a podar, pero ya se verá en el andar.

En realidad lo tengo todo en medio de esta nada y lo que vaya a venir ... bueno... ¡Qué venga!... ¡Qué suceda!... ¡Qué venga nomás!.