
Salgo, entro, voy, vengo, recorro muchas veces la casa sin sentido.
Entre lucubraciones complicadas solucionando problemas míos y de otros, inmerso en el vaivén de una vida dominada por las seudo obligaciones que nos imponemos, me abandona la costumbre del movimiento continuo: se ha detenido.
Ahora vivo el
impasse, un espacio atemporal donde muere todo lo que creo ser y aunque parezca un contrasentido, sin nada y en la nada, soy ese lapso, un punto muerto que de muerto no tiene nada pero que no tiene vida tampoco.
Dicen que las aguas vuelven raudas a su cauce después del temporal, pues es en esa espera, donde me encuentro. La calma no llega cuando las aguas se vuelven quietas, no, la calma es el entretiempo. Habita serena entre la cordura y la locura, entre el amor y el odio, entre el crecimiento y el hundimiento.
En algún momento la vida misma comenzará a desplegar sus tentáculos desorientados, habrá que escoger cuales aceptar; en un tiempo no lejano, tendré que volver a podar, pero ya se verá en el andar.
En realidad lo tengo todo en medio de esta nada y lo que vaya a venir ... bueno... ¡Qué venga!... ¡Qué suceda!... ¡Qué venga nomás!.